Artículo de Oihana Sancho, Alboan.

Según estima la OMS, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja, alguien de su entorno o terceros. Sí, una de cada tres[1]. Es por ello que, con todo el sentido del mundo, se están redirigiendo los esfuerzos de prevención de violencia basada en género, poniendo el foco central en los hombres. Si una de cada tres mujeres ha sufrido violencia a lo largo de su vida, habrá que hablar con los hombres, jóvenes y niños para entender, prevenir y educar en que esto deje de suceder, ¿no?

Pero, mientras alcanzamos ese mundo libre de violencias y equitativo por el que estamos trabajando, es necesario ponerse en marcha para aprender a prevenir tales actos, y para que las mujeres desarrollen herramientas de protección. Una de ellas, es la autodefensa feminista.

¿Y qué es la autodefensa feminista? Es un tipo de defensa personal que aborda el empoderamiento personal y colectivo de las mujeres, con el objetivo de erradicar la violencia sexista. A diferencia de otros enfoques de autodefensa, este no se reduce a la parte física, sino que busca trabajar con las participantes temas como la apropiación del cuerpo como territorio propio y sus derechos como ciudadanas. Esto es, se podría decir que se basa en 3 pilares, la parte física, la psicológica-emocional y la grupal.

La parte física, permite aprender a trabajar con el cuerpo, reapropiarse de él, y ejercitarlo. Como ya sabemos, el deporte genera muchos beneficios físicos, y de hecho también ayuda a mejorar la salud mental, disminuyendo la ansiedad y el estrés.  La parte psicológica-emocional, permite trabajar las cargas emocionales que muchas veces se generan en torno a una agresión o acoso, tratando de evitar el sentimiento de culpa y/o vergüenza. La autodefensa feminista busca promover el empoderamiento femenino a través del amor por una misma. Tal y como indica Esther López, profesora de Autodefensa feminista en Bilbao, “Si amo lo que soy y lo que tengo, aprenderé a defenderme a mi misma, sin dejar la responsabilidad en terceras personas, ya sea el príncipe azul o el Estado”[2]. Además, este tipo de práctica tiene un componente grupal, por el que las mujeres participantes pueden construir espacios de apoyo y entendimiento mutuo.

En Alboan, tenemos un programa llamado Mujeres en Marcha que busca promover procesos de empoderamiento de mujeres y niñas africanas que sean refugiadas o migrantes, y supervivientes de violencia. Uno de los proyectos del programa está en Sudáfrica, desde donde nos han compartido el taller de autodefensa feminista que han realizado con el Servicio Jesuita de Refugiados (SJR).

Las mujeres participantes señalaban que tras participar en la actividad, se habían sentido más fuertes y más preparadas ante posibles actos de violencia. En Sudáfrica, se registran más de 40000 violaciones al año, aproximadamente 1 cada 15 minutos. Esta “pandemia en la sombra” como muchos medios se han aventurado a llamarla, se ha visto recrudecida por la COVID-19 y los efectos del confinamiento.

Anna Chilosa, de Zimbabwe comentaba que la sensación de saber defenderse de una posible agresión física le había devuelto confianza y autoestima. “Están abusando de las mujeres cada día, todos los días”. En su testimonio, denunciaba la violencia generalizada en la que se encuentra el país, y veía la autodefensa feminista como un apoyo inestimable para poder vivir con mayor tranquilidad.

Su compañera Miriam Fundi de República Democrática del Congo (RDC), se siente más fuerte y empoderada, porque “como mujer ahora siento que tengo alguna herramienta para poder defenderme”. Siente que ha ganado “autoestima, fuerza y agilidad”.  Milolo Nkita (RDC) también añadía: “Ya no estaremos confundidas y pasivas, ahora nos vamos a defender. ¡Basta ya!”.